La idea de importar los “coches kei” ultracompactos de Japón a Estados Unidos ganó fuerza cuando el expresidente Trump expresó su cariño por ellos. Si bien son encantadores en ciudades densas como Tokio, donde destacan por transitar por calles estrechas, los autos kei son fundamentalmente inadecuados para el mercado estadounidense. A pesar del entusiasmo, una mirada más cercana al comportamiento del consumidor y las realidades prácticas sugiere que es poco probable que esta iniciativa tenga éxito.
La preferencia estadounidense por el tamaño y el poder
Los conductores estadounidenses prefieren abrumadoramente vehículos más grandes. Los intentos de vender automóviles más pequeños como el Fiat 500 y el Mitsubishi Mirage han tenido consistentemente malos resultados. A finales de 2023, Fiat vendió sólo 1.076 unidades de su modelo eléctrico 500e, a pesar de un marketing agresivo. El Mirage de Mitsubishi, aunque vende más (más de 13.000 unidades), también está previsto que se descontinue en 2025, una señal clara de que la demanda no es lo suficientemente fuerte como para justificar una mayor inversión.
Este patrón no es nuevo. Smart, propiedad de Mercedes, salió del mercado estadounidense en 2019 debido a las débiles ventas y los altos costos de cumplimiento, a pesar de que la marca sigue siendo popular en Europa. La cuestión central no es sólo el precio o la variedad; Los estadounidenses simplemente no quieren automóviles pequeños en cantidades significativas.
Preocupaciones sobre el rendimiento y la practicidad
Los coches Kei suelen producir entre 50 y 80 caballos de fuerza, lo que los hace peligrosamente insuficientes para las carreteras estadounidenses. Incorporarse a carreteras interestatales rápidas o adelantar a vehículos más grandes se convierte en un peligro, especialmente teniendo en cuenta el predominio de camionetas y SUV. La velocidad máxima limitada de los autos (alrededor de 60 a 70 mph) y su construcción básica los hacen ruidosos e incómodos para viajes largos.
El entorno de conducción estadounidense (amplias autopistas y altas velocidades) es incompatible con las capacidades de los coches kei. A diferencia de las concurridas calles japonesas, las carreteras estadounidenses exigen más potencia y tamaño.
Barreras económicas y obstáculos regulatorios
Incluso si existiera demanda, importar coches kei sería caro. Los precios japoneses actuales (entre ¥1,2 y ¥2 millones, o aproximadamente entre 8.000 y 15.000 dólares) se verían inflados por el envío, los aranceles (Trump propuso un arancel del 15% sobre las importaciones japonesas) y las necesarias mejoras de seguridad.
El Departamento de Transporte de EE. UU. ha confirmado que los autos kei importados deben cumplir con los estándares de choque estadounidenses, lo que requiere importantes modificaciones o modelos completamente nuevos. Esto podría elevar el precio final a unos 20.000 dólares, anulando cualquier ventaja de costes.
La excepción: Kei Trucks
Una posible excepción son los camiones kei. Al igual que el Ford Maverick, los estadounidenses han mostrado interés en las camionetas pequeñas. Una comunidad dedicada incluso presionó al gobierno para que los mantuviera legales en ciertos estados. Sin embargo, incluso estos camiones tienen poca potencia y son pequeños para la mayoría de los conductores estadounidenses, lo que los convierte, en el mejor de los casos, en un producto de nicho.
Conclusión
La idea del presidente Trump de traer autos kei a Estados Unidos enfrenta obstáculos insuperables. Las preferencias de los consumidores, las limitaciones de desempeño y las realidades económicas apuntan al fracaso. La historia de las ventas de automóviles pequeños en Estados Unidos –desde el Fiat 500 hasta el Smart– demuestra que los estadounidenses no los quieren. Si bien pueden existir nichos de mercado (como los camiones kei), es poco probable una adopción generalizada y la iniciativa probablemente seguirá siendo simplemente otra promesa no cumplida.
